Galo Ontivero

Actor- Director

Persona. Crítica de Katherine Fernández Albornoz de Ambarrevista

Una obstinación, profunda y concluyente, se convierte en un trayecto donde el silencio y la palabra se relatan en sus propios alcances.
La mudez y el verbo pletórico se explayan en el escenario que Galo Ontivero ha construido para Persona, una historia basada en el film de Ingmar Bergman que lleva ese mismo nombre, pero que explora con nuevos artilugios estéticos y narrativos esta pieza capital de la cinematografía, para resolver finalmente el drama por vías distintas a las planteadas por el director sueco.
  
Tras la pérdida de su voz, el señor Vogler (Marcelo Saltal) reposa en una casa de campo. Hasta allí es enviada la enfermera Alma (Paulo San Martín), quien llega con su inseparable hermana “la Numis” (Sabrina San Martín). Mientras ambas intentan recuperar la voz del llamado Rey del karaoque, se genera una transitoria convivencia en la que se habitan los terrenos extrapolados de la voz y cada uno encuentra modos singulares y elocuentes de expresar las emociones que esa convivencia le despierta.
Si bien en el film de Bergman la actriz Elisabeth Vogler llega a una simbiosis con la hermana Alma, quien la cuida tras intentos fallidos de reponer su voz, en la pieza teatral dirigida por Ontivero, esa simbiosis parece sólo un tránsito y no la centralidad de la misma. Aquí asistimos a una exploración de las posibilidades de la sustitución, que nos arroja a un impredecible final.
Y en el trayecto, palpamos una multiplicidad de situaciones: decidir enmudecer, relatarse para ocupar el silencio, darle existencia a otro en el silencio propio, presenciar esos emplazamientos, temer a la fuerza mental que soporta el enmudecimiento, imponerse con la palabra, ocupar la inexpresividad del otro, estudiar a quien habla en abundancia, confundirse con las propias disertaciones, ser superado por la palabra, suplantar a quien ha decidido callar, enloquecer, sostener la mudez…
La obra marca ritmos muy claros, desde la iluminación -con el paso del día que trasluce por la puerta-, hasta las formas expresivas que van creciendo en nivel de intensidad y estallan en una sensación de ahogo. De esta manera, se logra un efecto en los espectadores que surge de la potencia misma de los dos personajes de la película de Bergman, que aquí rayan en lo grotesco para saturarnos y aturdir la vista. El tercer personaje de Ontivero tiene mucho que ver: “La Numis”, plena en corporeidad y exuberancia.
Así, esa sensación que de repente nos envuelve, es el desbordamiento de la estética elegida en el reducido espacio donde actores y público se confinan. Y después…
..después no deja de ser intrigante la forma en que tres personas pueden llegar a comunicarse mientras se abocan a una rehabilitación en la que quizá no es conveniente insistir.
Una obra recomendada, para conocer además el espacio cultural Habitándonos, declarado «Embajada de Paz» por el Senado de la Nación.

Persona. Crítica de Juan Castro de Revista El Abasto

El lenguaje a flor de piel

El silencio se plantea como el idioma de la desesperación. Cuando ya no hay palabras, cuando la identidad se diluyó en el último punto y coma, llega un páramo callado de señas, guiños y puchos prendidos uno atrás del otro.
Así vive el protagonista de Persona, el Sr. Vogler, cantante de karaoke interpretado por Marcelo Saltal. La presencia de la enfermera Alma (Paulo San Martín) y su hermana “la Numis” (Sabrina San Martín) durante la rehabilitación del cantor mudo van desenmascarando, en primer lugar, la vida del enigmático hombre de bata carmesí. Luego, como una consecuencia de esto, los deseos de ambos también saldrán a la luz qué hay detrás de cada apariencia.
Más allá de los silencios del cantor, hay una tensión notable en el ambiente. Desde Alma que insta a que el cantante recupere la voz, la Numis quien hace la suerte de defensora-amante, hasta Vogler que, entre tema y tema de fondo, acomoda y desacomoda una escopeta, la expectativa del público va en aumento.
En síntesis, Persona es la historia de lo que a todos nos puede ocurrir en cualquier momento: dejar de lado quienes alguna vez fuimos para emprender otro camino, otra mirada sobre el mundo, aunque tengamos muchas Almas y Numis encima para evitarlo. Siempre habrá un Vogler que con su silencio desapruebe la lógica del sistema en el que estamos inmersos; esa canción complaciente y alienante nunca la escucharemos de su boca, eso queda claro en esta obra.
¡Altamente recomendable!

J.M.C.

Persona. Crítica de Patricio Rafaelich y Matías Alarcón de Show Online

El Espacio Cultural Habitándonos, declarado “Embajada de la paz” por el Senado de la Nación y “Sitio de Interés” por el Ministerio de Cultura de la Nación, otorga todos los jueves la oportunidad de disfrutar de una obra de teatro única.  El espacio que compone este viejo ex hotel -ahora magistralmente reacondicionado- se comporta como el lugar de alojamiento perfecto para el desarrollo de una historia muy peculiar.

 

El Sr. Vogler (Marcelo Saltal), ex cantante de karaoke, se encuentra realizando una rehabilitación psiquiátrica en una casa quinta prestada. Desde hace un tiempo, en medio de una función, perdió el habla. Su estado y su modificación sólo dependen de una decisión: querer comunicarse. La enfermera Alma (Sabrina San Martín)  y su herman@ (Paulo San Martín) son sus acompañantes terapéuticos.

 

La obra se organiza fundamentalmente en torno a los preceptos de la estética vanguardista del expresionismo.  Se puede identificar esta corriente artística en la elección del caso excepcional que se representa, en la eliminación de la distancia física entre escenario y auditorio, en la absorción por parte de los personajes de un simbolismo particular y en la utilización de la narración y el acto enunciativo como eje organizador del desarrollo del drama. Todo pasa aquí en la palabra. Frente a esto, la ausencia de diálogo, de producción lingüística por parte de uno de los participantes de la situación comunicativa, vuelve absurda e imposible la representación, pues, simplemente, ser persona es hablar.

 

  El trabajo de puesta en escena, bajo la dirección de Galo Ontivero, es sinceramente excelente. Desde el armado del escenario, que como se mencionó antes coincide perfectamente con la estructura del viejo hotel,  -tanto que parece una habitación del mismo- pasando por el elegante vestuario a cargo de Pía Drugueri -destacando por sobre todo el de Sabrina San Martín, que simboliza claramente su función en el espacio-, hasta llegar, finalmente, a la suprema ejecución de los actores involucrados. Sinceramente, da gusto presenciar la notable actuación de Paulo San Martín -quien nos inhibe la posibilidad de borrar la sonrisa de la boca-, el virtuoso aprovechamiento de la comunicación gestual -único medio a su alcance- de Marcelo Staltal y  la también silenciosa pero muy corpórea participación de la auténtica y amorosa Sabrina San Martín.

 

No hay posibilidad de pasar por alto esta oportunidad.  Mi recomendación: acérquense, tomen una copa, conozcan la historia del recinto que alberga la obra y disfruten de una comedia diferente.

Persona en Fotos

Persona. Crítica de Azucena Ester Joffe y María de los Ángeles Sanz de Luna Teatral

La Sala /Escuela Habitándonos, se encuentra en el corazón del Abasto, lugar que desde hace años es uno de los centros del teatro de autogestión. Hotel que fue recuperado, ya hace cinco años, por Cecilia Colombo y Alberto Ivern, donde también participa Lucía Lerendegui, y que posee salas de ensayo, un lugar donde se brindan clases, se llevan adelante exposiciones, muestras, conferencias y representaciones teatrales. Haciendo un poco de historia:
El lugar era una enorme casa en ruinas a la cual los vecinos denominaban “El Hotel”. Rasqueteando sus viejas paredes aparecía una misma leyenda escrita en azul sobre placas de chapa esmaltada: “es prohibido escupir en el suelo”, ordenanza municipal, 21 de abril de 1902. Era casi el único rastro que quedaba –además del cartel en la puerta-, del hotel “LUGO”, creado por Martin Anta, oriundo de esa localidad española, para los inmigrantes que llegaban desde Europa a Buenos Aires. Cecilia y Alberto soñaban con abrir un centro de integración cultural, al cual bautizarían “habitándonos”. Los  vecinos en cambio presagiaban una catástrofe: “mire que El Hotel se está cayendo”, les aseguraban. Pero esa tenaz profecía, junto a la falta de papeles y probables juicios sucesorios, el estado deplorable de los techos y el hecho de estar ocupado por intrusos…que tanto espantaba a los probables compradores, fue lo que les permitió a estos artistas, concretar su sueño sin tener que empeñar en ello más que sus escasos ahorros y la venta del pequeño departamento en el que vivían. Hoy en “Habitándonos” anidan entre otras iniciativas, una sala teatral [1], la sede central de la Escuela Latinoamericana de Mimo y Teatro Corporal, el Taller de Teatro y entrenamiento corporal expresivo, entre otras muchísimas iniciativas artísticas y culturales. En 2011 Habitándonos fue declarado «Embajada de Paz» por el Honorable Senado de la Nación, a instancias de la ONG «Mil milenios de paz» y el Consejo Argentino por la Paz.
En ese espacio que es prueba evidente de que el teatro es mágico y pone en acto aquello que la imaginación se atreve a insinuar, se lleva adelante una pieza que trabaja sobre todo con la subjetividad.  La puesta  desde el título, Persona1, pone en escena una indefinición, persona es un sustantivo que encierra un concepto pero que no propone una referencialidad. Sin embargo, los tres personajes que habitan la escena si tienen cada uno una identidad compleja que aparece negándose a sí misma desde la palabra y desde el silencio. El Sr Vogler, la enfermera Alma, y su hermana “la Numis” son tres en uno como la Santísima Trinidad. Nada aparece como una realidad concreta, y la primera categoría que cae es la de verdad. La realidad está construida desde la mascarada y el absurdo, desde lo bizarro y lo grotesco, desde el relato unívoco de la enfermera que trasvierte su sexualidad, ya que es un hombre con tacos altos, cartera y uñas pintadas pero que conserva su barba, y su ropa masculina, mientras su hermana ¿alter ego de sus fantasías eróticas? Despliega su sensualidad delante del Sr Vogler y del espectador que asiste al desafío de ser interpelado desde el cuerpo y la violencia que se ejerce sobre él. Las muy buenas actuaciones logran desde el cuasi – monólogo de Paulo San Martín, la intensidad del trabajo con el cuerpo de Sabrina San Martín y la expresividad del gesto de Marcelo Saltal, que los climas se sucedan sin descanso, envolviendo al espectador en una espiral, en una vorágine donde la incertidumbre de los sucesos presentes y los evocados pone siempre en cuestión la certeza de lo expresado, desde el silencio  y la comprobación de lo que perciben los sentidos. La muerte que acecha en las flores, en la escopeta, en el relato de la enfermera Alma, busca ser neutralizada por los actos repetidos y convencionales que la sociedad le pide a los hombres; “personas” que encierran una y muchas entidades dentro de sí, y que tras la máscara de la normalidad ocultan el cielo y el infierno que los habita. Un trío compuesto por seres que se duplican, Vogler y el Rey del Karaoke, Alma enfermera /enfermero, la Numis la hermana de Alma y la seductora de Vogler. ¿Por qué la puesta nos incomoda y nos sensibiliza al mismo tiempo? Tal vez porque pone en acto nuestra propia inestabilidad, nuestros miedos, la fragilidad de nuestras máscaras, los secretos que nos constituyen en lo más oculto de nuestra conciencia, y la única certeza posible e ineludible, la de la muerte. Relato que enmarca otros relatos, que se extienden para concentrarse en un punto hacia el final, donde la soledad se produce por la eliminación del otro, ese otro que nos perturba en su presencia acusadora. Relatos que en el nivel profundo de la historia son fuerzas, corrientes que se chocan y se desplazan constantemente. A otro nivel, no tan profundo pero igualmente intenso, también se genera cierta incomodidad espectatorial de manera arbitraria y totalmente provocada desde el espacio escénico. Un espacio muy reducido que involucra necesariamente al público, no por los límites físicos de la Sala sino por la manera en que está armado el dispositivo escénico. Otro tema importante es la abundancia de elementos kitsch, o mejor dicho “lo camp”, siguiendo a Sontang:

 

Es más, la esencia de lo camp es el amor a lo no natural: al artificio y la exageración. Y lo camp es esotérico: tiene algo de código privado, de símbolo de identidad incluso, entre pequeños círculos urbanos. (1984: 303)

 

La novelista y ensayista da más de 50 notas sobre “lo camp” y, en particular, nos parece pertinente la siguiente nota en relación a Persona:

 

10. El camp lo ve todo entre comillas. No será una lámpara, sino una«lámpara»; no una mujer, sino una «mujer». Percibir lo camp en los objetos y las personas es comprender el Ser-como-Representación-de-un-Papel. Es la más alta expresión, en la sensibilidad, de la metáfora de la vida como teatro. (308)

 

Porque consideramos que la propuesta de este hecho teatral, en especial, es poner entre comillas las categorías y códigos teatrales preestablecidos, poner entre comillas la cotidianidad y la rutina, para indagar sobre el artificio desde otras posibles perspectivas, otras diferentes miradas, sin olvidar lo mágico y lo ritual de cada representación teatral.

Persona de Galo Ontivero

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¿Qué pasa cuando hablar no sirve de nada?

¿Se puede ser una persona y otra a la vez?

El Sr. Vogler se quedó mudo.

La enfermera Alma y su hermana “la Numis” tratarán de recuperarlo.

En soledad, los tres intentarán comunicarse.

El relato de Persona

 El Sr. Vogler se gana la vida cantando karaokes en casamientos y en cumpleaños de quince. Le dicen “El Rey del Karaoke”. Una noche, se quedó mudo y no cantó más. Su Doctora le cedió su casa para que él pudiera realizar la rehabilitación. En ella lo acompañan la enfermera Alma y su hermana “la Numis”. Alma y “la Numis” atienden las necesidades del Sr. Vogler, en búsqueda de su recuperación.

La escena transcurre en el living de la casa de la doctora. En el hay un armario, dos sillas y una lámpara. En el armario hay flores, vino, un candelabro y un equipo de música.

El equipo de música le permite escuchar al Sr. Vogler, aquellas canciones con las que hacía karaoke. Su repertorio era Cacho Castaña, Daniel Santa Cruz Ensemble, Raphael, Carlos Matta y los 5 latinos.

La enfermera Alma hace un largo soliloquio donde intenta recuperar al Sr. Vogler mediante métodos de estudio y de a poco va confesando hechos traumáticos de su vida.

La Numis, la hermana de Alma, baila las canciones que reproduce el equipo de música  usando el desparpajo de su cuerpo para  seducir al Sr. Vogler.

         La enfermera Alma es en realidad “el alma” del Rey del Karaoke y el cuerpo de “la Numis” el cuerpo del Rey. El Rey del Karaoke observa a su alma y a su cuerpo como se expresan fuera de él.

         Los tres intentan comunicarse, pero quizás la comunicación del cuerpo y el alma sea imposible. Quizás la tarde que se relata sea la última del Rey del Karaoke.

Razones para llevar esta obra a escena

         Tomamos algunos motivos de la película “Persona” de Ingmar Bergman. El texto se deconstruyó y se armó un texto “otro” donde hablamos de lo que nos interesa hablar. ¿Cuántas personas existen dentro de una persona? Persona podría querer decir máscara y cada uno tiene muchas ¿Existe alguna que pueda expresar la compleja, ambigua y contradictoria condición humana? Llevamos una máscara que nunca es la misma, pero ¿cuál nos ponemos o cuál nos queda cuando estamos en soledad.

Hablamos en la obra de si hay unidad del cuerpo con el alma, de que pasa cuando el cuerpo y el alma se separan. También planteamos el tema de la identidad en tanto no suponemos que la misma esté dada completamente ni por el cuerpo ni por el alma. Al suponer un alma sin cuerpo o a un cuerpo sin voz, reflexionamos sobre la posibilidad de una persona que ya no tiene voz para expresarse.

La enfermera Alma lee en una de las cartas que le envía la doctora al Sr. Vogler: “el sueño imposible de ser, no de parecer, sino de ser, el hecho de estar expuesto, de ser analizado, diseccionado, aniquilado”, y de esto también habla la obra. Habla de lo real y lo irreal, de mantenerse en un papel hasta que se agote, de los mandatos y del deber ser, de las traiciones que uno se hace así mismo, de las máscaras que uno se pone para mirarse en el espejo. Hay cosas que yacen en las profundidades y que son muy difíciles de ver.

Así se plantea por un lado la tensión que produce el silencio del Sr. Vogler y por el otro la posibilidad que,  en la soledad de un lugar extraño,  el cuerpo y el alma logren comunicarse.

Historia del Grupo Faro

            Galo Ontivero realizó en el año 2007 la supervisión dramatúrgica y de dirección del espectáculo “Hasta Reventar” de Paulo San Martín donde actuaban Paulo San Martín y Sabrina San Martín. El mismo se presentó en Octubre de ese mismo año en el Centro Cultural Ricardo Rojas dependiente de la Universidad de Buenos Aires y, en Noviembre en La Casona Cultural de Humahuaca. En Junio de este año se reestreno en el espacio “Facultar” también dependiente de la Universidad de Buenos Aires, haciendo temporada de la obra durante el 2008, 2009 y 2010.

            En el año 2011 comenzaron los ensayos de Persona con Paulo San Martín, Sabrina San Martín y Marcelo Saltal, con dirección de Galo Ontivero, Asistencia de Dirección de Sofía Dunayevich Daly, Vestuario de Pía Drugueri y Diseño de Luces de Claudio del Bianco. Persona se estrenó en Teatro Habitándonos en Septiembre del 2012. En octubre participaron de Festival Escena 2012.

            Actualmente el grupo está trabajando sobre un nuevo texto basado en un film de Bergman, para estrenar durante el 2013.

            Galo Ontivero, Paulo San Martín y Marcelo Saltal realizan tareas de investigación sobre dramaturgia, género e identidad, como así también sobre las posibilidades de construcción de un texto dramatúrgico-espectacular a partir de un guion cinematográfico, un texto narrativo o de otros textos dramáticos.

Ficha Artística- Técnica de “PERSONA”

Actores:

Marcelo Saltal

Sabrina San Martín

Paulo San Martín

Dirección: Galo Ontivero

Asistencia de Dirección: Sofía Dunayevich Daly

Vestuario: Pía Drugueri

Diseño de Luces: Claudio del Bianco

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Nosotros, los héroes. Crítica de David Bogado para Show Online.

Nosotros, los héroes (versión sin el padre) del gran dramaturgo francés Jean Luc Lagarce se presenta los domingos en el teatro SHA.

La obra se desarrolla en algún punto perdido del viejo continente, los artistas de una compañía de teatro se reúnen para festejar el compromiso de dos de ellos. La noche transcurre con felicidad, bailes, engaños, tristeza, cantos, traiciones, celos, discusiones, envidias, risas, llantos…no será una noche mas para estos artistas.

Con muy buenas interpretaciones de los actores, cabe destacar que son  diez en escena todo el transcurso de la obra, se luce la señora Tschissik (Sylvia Tavcar) en su papel no solo en lo actoral sino también en lo musical, el abuelo (Leonardo Odierna) con un toque de humor magnifico y Karl, el hijo (Galo Ontivero) que construye un gran personaje. 

Excelentes movimientos coreográficos y una iluminación perfecta para que el espectador disfrute y no se pierda ningún mínimo detalle de cada dialogo/acción. Una puesta de escena esplendida a cargo de Eduardo Spindola que nos relata una vida nomade. Con canciones interpretadas con una pasión exquisita que toman el protagonismo y dejan al espectador con ganas de estudiar francés.

Dirigida por Mónica Benavides, que también ha trabajado en «Jugar con Fuego», «Opus 4 Pelícano». Nosotros, los héroes es una propuesta más que recomendable para los amantes del buen teatro.

Como diría Lagarce “Aparte de todo, estar en un teatro es la felicidad”

Nosotros, los héroes de Lagarce dirigido por Mónica Benavidez

Nosotros, los héroes en la página oficial de Lagarce

Estreno en Teatro SHA, Septiembre 2012

Personaje: Karl

La Habitación de H. Pinter por Nicolás Ciccotosto de Didascalias Crítica Teatral

La habitación (review)

“La habitación” [1957] es la primera obra representada del británico Harold Pinter [1930-2008] que ganara el Nobel a los 78, casi al final de su vida y tras haber escrito 29 obras de teatro, más de 20 guiones de todo tipo, además libros de poemas y valiosos ensayos.

En esta pieza, gobernada por los elementos principales del absurdo aunque ya con un toque en los silencios y los espacios limitados -que le valdría, más tarde, el adjetivo “pinteresco”- la historia se centra en la tranquila vida de un matrimonio que convive en la habitación de una casa oscura y casi vacía. Al inicio de las jornadas el marido debe salir, dejando sola a la mujer quien, de vez en cuando, recibe la visita de alguien  que trae el “peligro” que existe fuera de ese receptáculo que es su mundo. El desarrollo del relato discurre a partir de las intromisiones de individuos en la tranquila vida del matrimonio Hudd y la reacción de ambos ante estas visitas indeseadas.

El espacio teatral Del Borde (Chile 630) albergó hasta el 19 de octubre una puesta de “La habitación”. Cimentada sobre la idea de un mínimo de personajes interactuando en cuartos opresivos, esta ingeniosa versión –a cargo de Gonzalo Facundo López, joven director– permitió acceder a la primigenia propuesta escénica del autor inglés [quien solo tres años más tarde triunfaría mundialmente con su “The Caretaker”, aquí conocida como  “El Guardián”].

Con una escenografía [Fernando Leiva] estéticamente coherente con el relato,  “La habitación” quebró la cuarta pared para introducir al espectador en la fría cocina de los Hudd. En ese microcosmos, altar en que Rose Hudd rendía culto a su parco marido, los personajes entraron y salieron según la voluntad del director, dejando en la habitación una serie de parlamentos bien estructurados que difícilmente dejarían de resonar en su ausencia. En ese ir y venir constante, la señora Hudd – viva en la piel de Azul Ratti– sufrió mutaciones anímicas hermanadas con adecuado control de la voz y buena gestión del lenguaje no verbal. Este trabajo corporal fue también notable en las intervenciones del señor Hudd – creatura del actor Galo Ontiviero –, el personaje más complejo y siniestro de la pieza. El resto del elenco realizó, sin destacar, un trabajo que complementó el lucimiento de los protagónicos.

Las luces [a cargo de Héctor Zanollo] tuvieron su cuota en la transmisión de las emociones oscuras que rigen el relato ‘pinteresco’. El juego de sombras, inteligentemente proyectado en escena, logró inquietar y convertir al espectador en partícipe del drama de la señora Rose. El vestuario, sin embargo, no armonizó del todo con la propuesta global.

Con todo, esta puesta convocó talentos prometedores. El trabajo del joven director fue notable así como la resolución de iluminación y escenografía. La performance de la pareja principal tuvo eminencia. Esperamos ansioso nuevas propuestas resultantes de esta suma de talento, para la que auguramos muy buen futuro.

Por Nicolás Ciccotosto

La Habitación de Pinter. Crítica de Rodolfo Weisskirch para A sala llena.

El Placer en la Incertidumbre

El arte no debe llenar expectativas. A veces, el entretenimiento está servido en bandeja, y se disfruta, no lo niego. Sentarse, ver una comedia con todos los elementos encima de una mesa desde los cinco minutos y retirarse con todas las respuestas, a veces no está mal. Por supuesto, esto no es teatro trascendente. Sino, cuestión de efectismo. Entrar y salir. Pero si hay algo que la historia nos ha enseñado con respecto a la expresión artística es que son aquellas obras literarias, pictóricas, cinematográficas o teatrales que generan preguntas más allá de la superficie, las que logran trascender. Aquellos autores que pintan algo más detrás de las superficies, que le aplican diversas capas de materiales, los van superponiendo y cuando uno termina de verlo, y va retirando cada una de esas capas, empieza a encontrar un material más estimulante para el intelecto, para que la mente descifre, que provocan no solamente, poder crear sobre esa superficie una nueva reflexión, sino que motiva una impúdica necesidad de recrear esa sensación de incertidumbre para descubrir una vez más el truco de magia. La magia de la expresión artística. ¿Se comprende?

O sea, ¿que es lo que despierta tanto interés aún hoy en día de La Mona Lisa? Acaso, ¿es la belleza de La Gioconda o su enigmática sonrisa, su perceptiva mirada que puede descubrirse desde cualquier ángulo, su cálculo matemático a la hora de ser realizada por Leonardo?

¿O por que nos sentimos atraídos por releer una y otra vez, a realizar y analizar Edipo Reycontinuamente? ¿Es realmente la historia en sí lo que genera este interés, o sino lo siniestro que se oculta detrás, los actos perversos, el análisis que le dio Freud o el mecanismo teatral perfecto, la paradoja imposible que termina convirtiéndose en una posible realidad?

Y llevándolo al terreno cinematográfico, que es lo que nos resulta tan atractivo de David Lynch. Son justamente sus relatos o la forma en la que están contados, el misterio a su alrededor. El arte de generar preguntas y no dar respuestas, o que simplemente, las respuesta no estén ni nunca logren encontrarse.

Todo esto me lleva a pensar en Harold Pinter y La Habitación. Si bien sabía que Pinter no es un autor que se puede analizar en forma simple y superficial, descubrir esta primera obra que escribió y ahora es llevada con una puesta notable por Gonzalo Facundo López, confirma el genio de este dramaturgo, por qué trascendió a lo largo de la historia, y que el premio Nóbel de literatura otorgado en el 2005 tiene su justificación. Y uno puede sentir esa incertidumbre y absurdo que rodeó todo el resto de la obra de Pinter en esta primer obra.

Un profesor de guión me dijo una vez. Si uno ve la ópera prima de un cineasta legendario, va a encontrar en ella todos los elementos que fue desarrollando en el resto de su filmografía. Se puede ver esto en Lynch, Welles, Godard y hasta Christopher Nolan.

En Pinter sucede algo similar.

La Habitación es la historia de Rose, una mujer atrapada en un departamento que alquila junto a su marido en el centro de Londres. Pero encerrada en una vida que no le pertenece, que no es suya. Esa vida debería ser de otras personas. Mientras trata de mantener una relación con su cónyuge, van apareciendo diversos personajes, que le van dando pistas que debe escapar. Personajes absurdos, sin pasado, quizás sin presente, en realidad, pero que provocan que Rose empiece a tener dudas, se le sumen temores, relacionados al piso donde vive y reflexiones sobre su pasado.

Relatar más sería explicar lo inexplicable y revelar demasiado. Así como haría posteriormente en otras obras, Pinter, reflexiona sobre los orígenes de cada ser, la identidad, los vínculos familiares, la crueldad masculina de la sociedad obrera británica, los prejuicios sociales, la rutina y el conservadurismo. Todo englobado en un teatro instantáneo y efímero, ya que se trata de una obra corto, abrupta.

La puesta del director de la última versión de Woyzeck se basa en la reproducción de los climas que salen de la obra original, el misterio que engloban los personajes que van apareciendo, las palabras sin sentido, la comunicación, el hermetismo de los universos de cada personaje, una sensación de soledad, de que cada uno está solo en su propio mundo, de que ningún personaje tendrá salvación. Incertidumbre, energía negativa, aquello podrido e indefectiblemente invariable que significa un destino marcado.

Oscura, aprovechando sombras y claustrofóbica esta puesta traduce muy bien esa sensación de sin-salida, a pesar de que el espacio está abierto. El ritmo es fundamental para entrar en el clima. El lento ascenso hasta el climax y el rápido descenso hacia los infiernos, provocan que uno diga al instante: ¿qué pasó acá? Y por supuesto genera una adictiva necesidad de re visualizar la obra.

Las sólidas interpretaciones, especialmente de Azul Ratti, Galo Ontivero y Sergio Ferreiro, llenas de sutilezas, trabajando lo minimalista y lo exagerado son características propias del “absurdo” y el cinismo de La Habitación. Aquellos que se calla, los silencios, y aquello que comunica mucho pero dice nada. Estas tres interpretaciones mueven los hilos del relato, la evolución de los sentimientos, la incertidumbre de los discursos.

Esa incertidumbre que genera el placer de saber que se tiene delante una verdadera obra maestra, donde la solemnidad no le quita peso a la ironía, el sarcasmo y la crítica social, donde se desnudan sentimientos hipócritas con el fin de generar una reflexión, que 55 años después de haber sido escrita, sigue siendo contemporánea. Gracias Harold Pinter.